sábado, 5 de diciembre de 2009

ALGO MAS DEL ABORTO...

La Situación Legal y Los Derechos Al Aborto:
Se estima que cada año 46 millones de mujeres alrededor del mundo recurren al aborto inducido para terminar con un embarazo no deseado. El tratamiento legislativo que se le ha dado al aborto varía enormemente de un país a otro, observándose una tendencia hacia la adopción de leyes más liberales (desde 1985, 19 naciones han liberalizado sus leyes al respecto). Actualmente, el 62% de la población mundial vive en 55 países donde el aborto inducido está permitido, ya sea sin restricciones en cuanto a su causa, o por razones socioeconómicas; mientras que el 25% vive en 54 países que lo prohiben completamente o lo permiten sólo para salvar la vida de la mujer.
Postura 1: Legalizarlo
Argumentación:
350.000 abortos clandestinos por año cada 600.000 nacidos vivos
400 mujeres muertas y 15.000 con graves secuelas para su salud
Estar en contra del derecho al aborto no es estar a favor de la vida, es estar a favor de los abortos clandestinos
¡BASTA DE HIPOCRESÍA! POR EL DERECHO AL ABORTO LIBRE Y GRATUITO
¡Que la Iglesia y el Estado cierren los ojos frente a esta realidad es el más pérfido cinismo!
La Iglesia se opone al aborto, incluso cuando la mujer es violada, pero también se opone al uso de preservativos y anticonceptivos y echan a las alumnas de los colegios católicos que quedan embarazadas. ¡Hasta quieren impedir que haya educación sexual en las escuelas!
¡Cuánta hipocresía de esta manga de parásitos que viven a expensas del pueblo y de los subsidios y prebendas del Estado que le banca los edificios, las casas-quintas, los sueldos de los obispos y los colegios privados donde, encima, curran con las cuotas! Hoy, cuando los trabajadores salen a pelear por aumentos de salarios y millones aún siguen reclamando trabajo, esta casta privilegiada de “mantenidos” se atreve a decirnos cómo tenemos que vivir y qué tenemos que pensar.
Los curas hablan de defender la vida desde la concepción, pero no escatimaron en bendecir a los torturadores de mujeres embarazadas de la dictadura militar, ni en aliarse con los milicos asesinos y defender a sus “colegas” abusadores de menores. (Link: Ver Toda esta Nota)
Postura 2: No Legalizarlo
Las Responsabilidades:
Entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto procurado presenta características que lo hacen particularmente grave e ignominioso. El Concilio Vaticano II lo define, junto con el infanticidio, como « crímenes nefandos ».
La gravedad moral del aborto procurado se manifiesta en toda su verdad si se reconoce que se trata de un homicidio y, en particular, si se consideran las circunstancias específicas que lo cualifican. Quien se elimina es un ser humano que comienza a vivir, es decir, lo más inocente en absoluto que se pueda imaginar: ¡jamás podrá ser considerado un agresor, y menos aún un agresor injusto! Es débil, inerme, hasta el punto de estar privado incluso de aquella mínima forma de defensa que constituye la fuerza implorante de los gemidos y del llanto del recién nacido. Se halla totalmente confiado a la protección y al cuidado de la mujer que lo lleva en su seno. Sin embargo, a veces, es precisamente ella, la madre, quien decide y pide su eliminación, e incluso la procura.

Es cierto que en muchas ocasiones la opción del aborto tiene para la madre un carácter dramático y doloroso, en cuanto que la decisión de deshacerse del fruto de la concepción no se toma por razones puramente egoístas o de conveniencia, sino porque se quisieran preservar algunos bienes importantes, como la propia salud o un nivel de vida digno para los demás miembros de la familia. A veces se temen para el que ha de nacer tales condiciones de existencia que hacen pensar que para él lo mejor sería no nacer. Sin embargo, estas y otras razones semejantes, aun siendo graves y dramáticas, jamás pueden justificar la eliminación deliberada de un ser humano inocente.
En la decisión sobre la muerte del niño aún no nacido, además de la madre, intervienen con frecuencia otras personas. Ante todo, puede ser culpable el padre del niño, no sólo cuando induce expresamente a la mujer al aborto, sino también cuando favorece de modo indirecto esta decisión suya al dejarla sola ante los problemas del embarazo: de esta forma se hiere mortalmente a la familia y se profana su naturaleza de comunidad de amor y su vocación de ser « santuario de la vida ».
Pero la responsabilidad implica también a los legisladores que han promovido y aprobado leyes que amparan el aborto y, en la medida en que haya dependido de ellos, los administradores de las estructuras sanitarias utilizadas para practicar abortos. Una responsabilidad general no menos grave afecta tanto a los que han favorecido la difusión de una mentalidad de permisivismo sexual y de menosprecio de la maternidad, como a quienes debieron haber asegurado —y no lo han hecho— políticas familiares y sociales válidas en apoyo de las familias, especialmente de las numerosas o con particulares dificultades económicas y educativas. Finalmente, no se puede minimizar el entramado de complicidades que llega a abarcar incluso a instituciones internacionales, fundaciones y asociaciones que luchan sistemáticamente por la legalización y la difusión del aborto en el mundo

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